Colectivo Peninsular Historia y Cultura
viernes, 20 de junio de 2014
viernes, 21 de febrero de 2014
Entre irse y quedarse…
Estructura agraria y migraciones internas en la Península de Yucatán
Entre irse y quedarse duda el
día,
enamorado de su transparencia.
La tarde circular es ya bahía:
en su quieto vaivén se mece el
mundo.
Todo es visible y todo es
elusivo,
todo está cerca y todo es
intocable.
Los papeles, el libro, el vaso,
el lápiz
reposan a la sombra de sus
nombres.
Latir del tiempo que en mi sien
repite
la misma terca sílaba de sangre.
La luz hace del muro indiferente
un espectral teatro de reflejos.
En el centro de un ojo me
descubro;
no me mira, me miro en su mirada.
Se disipa el instante. Sin
moverme,
yo me quedo y me voy: soy una
pausa.
Octavio Paz
El día de ayer se presentó en el auditorio
del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social
(CIESAS) Unidad Peninsular, el libro Entre
irse y quedarse… Estructura agraria y migraciones internas en la Península de
Yucatán, coordinado por el doctor Jesús Lizama Quijano, investigador de
este centro público de investigación. Los comentaristas del texto fueron el ingeniero
Bernardo Caamal Itzá y el doctor Pedro Bracamonte y Sosa quienes resaltaron el
impacto que la migración tiene en las comunidades mayas, cuyos habitantes, en busca
del “alimento” y por un “salario promedio”, se ven obligados a salir de sus
pueblos para satisfacer la necesidad de fuerza de trabajo en las zonas turísticas
de la Riviera y Costa Maya. De igual manera se destacó la adaptación que los
pueblos mayas han manifestado desde la época colonial según sus necesidades y en
la actualidad, además de salir todos los días a las zonas turísticas de la península,
continúan cultivando su “milpa”. Este proceso ha generado la existencia de
muchos “pueblos fantasmas” o el establecimiento de mecanismos de movilización
de las localidades de origen hacia los puntos donde los mayas llegan a residir.
El texto aborda el problema de la
migración campo-ciudad, las causas de este fenómeno y las consecuencias al
interior de las comunidades, con el propósito de continuar las reflexiones en
torno a dos “grandes e importantes” problemáticas que son un campo menos
trabajado por indígenas y ciudades receptoras no sólo de individuos sino de culturas
y formas de pensar distintas. Este libro se integra por nueve trabajos de
investigadores que se han destacado por analizar fenómenos como la migración,
la identidad, la educación, el turismo y el sistema agrario en la península yucateca.
Las consideraciones históricas
del libro son abordadas en los cuatro primeros capítulos. Pedro Bracamonte (CIESAS
Peninsular) analiza en “La península remodelada: los mayas y la movilidad
espacial” el fenómeno de los grandes movimientos poblacionales de los mayas
yucatecos entre los siglos XV y XXI. Paola Peniche Moreno (CIESAS Peninsular)
en “Migración y reproducción social. Los mayas de Yucatán en la época colonial”
plantea que el movimiento de población es una de las claves para explicar la
sobrevivencia y la reproducción social de los pueblos mayas yucatecos durante tres
siglos de Colonia. Julio César Hoil Gutiérrez (CIESAS Peninsular) en “El
sistema milpero de los mayas. Cambios y continuidades durante la época colonial”
analiza las innovaciones, los cambios y las continuidades experimentadas por el
sistema productivo de los mayas durante la Colonia. Martha Patricia Mendoza Ramírez
(CIESAS Peninsular) escribe “En busca de tierra. La migración de mayas
yucatecos a tierras quintanarroenses, 1940-1980”, donde analiza la migración de
familias campesinas mayas yucatecas a Quintana Roo en un periodo de cuatro
décadas como parte de la necesidad de contar con nuevas tierras de cultivo de
maíz.
La perspectiva antropológica y
geográfica se desarrolla en los capítulos VI al IX. Eliana Cárdenas Méndez (UQRoo) “De
dinámicas migratorias a biografías ingrávidas en la Riviera Maya” en el que destaca
un sistema de transporte diario que ha transformado las dinámicas de la
población en la Riviera Maya, ejemplificado en los trabajadores de las
comunidades mayas que se trasladan a diario a las poblaciones de Playa del
Carmen y Tulum. Por su parte Ligia Sosa y Bonnie Campos Cámara (UQRoo) en “Turismo,
migración y vulnerabilidad social en la Costa Maya de Quintana Roo” centran su análisis
en la forma que adopta el espacio turístico de Mahahual a partir de la
interacción de varios agentes sociales como los propietarios, los promotores
urbanos, los empresarios turísticos, los consumidores, los intermediarios y la
administración pública. El texto de Jesús Lizama Quijano (CIESAS Peninsular) “En
esta vida nada es gratis. Contextos socioeconómicos e identitarios de los mayas
de Mérida” expone las condiciones sociales y económicas de los mayas meridanos y
el contexto en que se reproducen su cultura e identidad. Arturo Caballero
Barrón (UMM) en “Los mayas del sur de
Mérida. ¿Destino de las políticas públicas de combate a la pobreza y la
marginación?” aborda los procesos de Investigación Acción Participativa (IAP),
educación no formal, comunicación, animación y organización social en la zona
sur de Mérida. José Alejandro González Celia analiza en “Niños y niñas mayas en
una primaria indígena de Mérida” la situación escolar de los alumnos de una
primaria indígena en la capital yucateca en un contexto de migración
campo-ciudad.
Ficha del libro:
Jesús J. Lizama Quijano (coord.). 2013. Entre irse y quedarse… Estructura agraria y migraciones internas en la Península de Yucatán. México. Letra Antigua. 319
pp.Colectivo Peninsular Historia y Cultura. Mérida, Yucatán. 21-feb.-2014
miércoles, 19 de febrero de 2014
Presentación del libro: Los mayas del Petén y el presidio de los Remedios (17-feb.-2014)
Los mayas del Petén y el presidio de los Remedios. Historia de una colonización tardía, 1700-1760
La noche del lunes 17 de febrero
de 2014 fue presentado en el Centro Cultural Olimpo de la ciudad de Mérida, el
libro Los mayas del Petén y el presidio
de los Remedios. Historia de una colonización tardía, 1700-1760, de Sergio Angulo
Uc. La presentación estuvo a cargo del Dr. Pedro Bracamonte y Sosa, investigador
del Centro de Estudios e Investigaciones Superiores en Antropología Social
(CIESAS), Unidad Peninsular, y del senador Daniel Ávila Ruiz, secretario del Instituto
Belisario Domínguez del Senado de la República. En el evento se resaltó la
importancia de recuperar la historia de la región máyense-itzá del Petén, que
fue refugio de una de las comunidades mesoamericanas más reacias a la conquista
española, pues se logró hasta finales del siglo XVII.
El trabajo de Sergio Angulo Uc viene
a llenar un vacío en la historiografía de la región petenera al describir el
tipo de relaciones entre indios, soldados, vecinos, reos desterrados, curas y
criollos que convivieron durante la conquista y los primeros sesenta años de colonización
de la isla Noh Petén, hoy la ciudad guatemalteca de Flores. Esta zona de
refugio y resistencia de los mayas se convirtió en un punto estratégico para la
construcción del presidio de los Remedios, frontera para pacificar y reducir a
un pequeño número de indios, para atacar o defender los embates del
expansionismo de los ingleses establecidos en el golfo de Honduras (hoy Belice)
y para mantener una provincia y un camino entre Yucatán y Guatemala.
Algunos datos de autor:
Sergio Adolfo Angulo Uc es Maestro en Historia por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) Unidad Peninsular. Es promotor cultural en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Ficha del libro:
Sergio Angulo Uc, 2013, Los mayas del Petén y el presidio de los Remedios. Historia de una colonización tardía, 1700-1760, México, Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República, 238 pp.
Colectivo Peninsular Historia y Cultura. Mérida, Yucatán. 19-feb.-2014.
martes, 18 de febrero de 2014
La frontera sureste de la América Mexicana (1814-1821)
Introducción.
La América Mexicana fue el nombre
que se otorgó al territorio comprendido por las entonces provincias de México,
Puebla, Tlaxcala, Veracruz, Yucatán, Oaxaca, Técpam, Michoacán, Querétaro,
Guadalajara, Guanajuato, Potosí, Zacatecas, Durango, Sonora, Coahuila y Nuevo
Reino de León, de conformidad con el Decreto Constitucional para la Libertad de
la América Mexicana, promulgado en Apatzingan, el 22 de octubre de 1814. Con lo
cual, se construyó la noción administrativa y la jurisdicción territorial en un
proceso de lucha por la independencia que se prolongó hasta 1821, que tuvo como
resultado el nacimiento de México.
En este
contexto, al hacer referencia a las fronteras de la América Mexicana, autores
como Peter Gerhard (1986. 1991 y 1996), delimitan su investigación hasta el año
de 1813. Por lo cual, surge el interés de elaborar un esbozo de la situación
que guardó la frontera sureste en el periodo comprendido entre este año y el
final de la lucha armada. Por tanto, el presente ensayo tiene por objeto
realizar la construcción de la noción fronteriza de la región sureste, el
lindero entre dos subregiones del entonces virreinato de la Nueva España, las
Audiencias de México y de Guatemala. Espacio en el que el convergieron
administraciones políticas como: la Capitanía de Yucatán, la Alcaldía Real de
Las Chiapas, la Provincia del Soconusco y la Capitanía de Guatemala. Además, la
zona se caracterizó por la existencia de un territorio controlado
económicamente por los madereros británicos, entre los ríos Hondo y Sibún.
De igual
manera, confluyeron tres jurisdicciones eclesiásticas, las Diócesis de
Antequera, que sufragó a la Arquidiócesis de México, el Obispado de Yucatán y la
Diócesis de Chiapa, que sufragó a la Arquidiócesis de Guatemala a partir de
1745. Los límites entre la jurisdicción política de los gobiernos y de las
diócesis se encontraban conformadas de manera similar al iniciar el siglo XIX. La
región se constituyó como una frontera de conquista, en especial Acalán, lo
considerado como el “Desierto del Lacandón” y la zona de El Petén. La
colonización se caracterizó por ser una de las más complicadas y tardías en
consolidarse, por una parte, por las condiciones del medio que permitió la
huida de los indígenas y, por la otra, debido a la presencia de una población
reacia e insumisa que no facilitó la congregación de la población nativa,
situación que se revierte al finalizar los siglos XVII y XVIII.
En cuanto a sus
características geográficas, la región a considerar está ubicada en la zona
adyacentes de una vasta red hidrográfica que corre de manera irregular entre la
sierra y la selva hacia los dos grandes océanos y el Golfo de México,
destacándose los ríos Hondo, Usumacinta y Suchiate, constituyéndose en un área
con características climatológicas muy similares por la preeminencia de un
ecosistema selvático y húmedo. Un territorio donde converge una diversidad
cultural y étnica, al encontrarse mayas yucatecos, lacandones, chontales,
mames, tojolabales, tzotziles, tzeltales, chiapanecos, coxales, zoques,
españoles y criollos, mestizos, esclavos negros y pobladores ingleses. Con una
población que se incremento de 399 mil indios y 138 mil españoles para 1800 a
473 mil y casi 184 mil, respectivamente para 1821 (Gerhard, 1991). En cuanto al
asentamiento británico, se estima para 1810 una población compuesta por dos mil
esclavos, 700 negros libres y 200 blancos (Toussaint, 1993). Con base en los
textos y mapas consultados, pretendo dar respuesta a la interrogante que, con
base en la estructura novohispana que se había alcanzado después de tres siglos
de colonización y organización político-administrativa, establecer el espacio
que constituyó la América Mexicana para así saber ¿Cómo se puede concebir esta
región y se percibió su frontera sur-este? y ¿Cuál fue el impacto que esta
construcción espacial tuvo en el proceso de conformación territorial del México
pos independiente?
La
construcción espacial de una región fronteriza.
En la búsqueda por parte de una comunidad por
alcanzar su independencia y conformarse como Estado, existe una referencia para
delimitar su territorio, el espacio que ocupará su organización y jurisdicción
interna una vez que se logre la emancipación de la metrópoli. Igualmente, es
parte de esta noción resaltar las diferencias con las demás entidades del
sistema interestatal.[1]
Una de las concepciones del término frontera implica
la expresión de
factores que conforman el progreso de la cohesión organizacional al interior
frente a otras comunidades (Rangel, 2009), en el contexto de la revolución por
la autonomía, una comunidad requiere el espacio geográfico que la contenga. La
conformación de un espacio está vinculado a la composición de un límite, al
observar un mapa de una región, se pueden identificar al menos dos espacios
diferentes, uno endógeno o propio y otro exógeno o ajeno (García Martínez,
2001). Se establece la línea que diferencia a “nosotros” de los “otros”.
La región
puede ser construida con el área de estudio que hace referencia a una zona
determinada que posee serie de variables, las cuales pueden o no estar
intrínsecas o ser compartidas en su totalidad, determinadas en primer instancia
por características geográficas, aspectos culturales, lingüísticos, étnicos,
pasado o historia, modelos de organización política, social, económica, modos
de producción, así como características identitarias, nociones de soberanía,
jurisdicción y territorialidad. En ese sentido, al iniciar el siglo XIX,
encontramos en los territorios novohispanos cambios en lo político, económico y
geográficos, resultado de ciertos procesos que trascendieron en el escenario
local e interestatal como la guerra de los Siete Años, la Revolución Francesa,
la Revolución Industrial, las Reformas Borbónicas, la invasión napoleónica a
España y la promulgación de la Constitución de Cádiz, eventos que
caracterizaron la decadencia del imperio español y el surgimiento de nuevas
hegemonías en el concierto internacional, como Gran Bretaña, Francia, Rusia y
Estados Unidos.
La victoria de
Gran Bretaña en la guerra de los Siete Años y la firma del Tratado de París
(1763), propicio que sus posesiones en el continente americano se incrementaran
con la obtención de Canadá, el territorio al este del río Mississippi, las
Floridas españolas, devueltas posteriormente con el Tratado de París (1783).
Por su parte, España adquirió de los franceses Nueva Orleans y la Luisiana. Con
respecto a la independencia de Estados Unidos, a pesar de que España no la reconoció
de inmediato, en 1795 se llevó a cabo el Tratado de San Lorenzo o Pickney’s Treaty, por medio del cual se
concedió a los estadounidenses libre navegación por el Mississippi y atracar en
Nueva Orleans y se delimitó la frontera en el paralelo 31° N. De igual manera,
el imperio español no pudo conservar la Luisiana, cedida a Francia por medio
del Tratado de San Ildefonso de 1800.
Tres años más
tarde, este territorio fue adquirido por el gobierno estadounidense, con lo
cual la extensión geográfica del virreinato de la Nueva España se disminuyo. En
1819, llevo a cabo el Tratado Adams-Onís, por medio del cual Estados Unidos aseguró
la posesión de los territorios del oeste hasta el Pacífico, el Oregón y la
frontera con Canadá. En este contexto, la región septentrional del virreinato
de la Nueva España se convirtió, de acuerdo a Aboites (1995), en el lindero de
las potencias que se encontraban en
expansión territorial en el continente americano, en cuyo contexto beligerante,
se constituyó como parapeto de la fuente de recursos que requería la Corona
española para solventar las contantes “era el virreinato que limitaba, por su
parte septentrional, con las guerras que venía sosteniendo con sus pares
europeos.
La frontera, entonces, es un espacio territorial variable
en términos geográfico, político y cultural, mientras que, el límite es una
construcción abstracta surgida de un acuerdo o instrumento jurídico que se
plasma en un mapa. Es decir, las fronteras se han
modificado debido a conflictos de intereses y la expansión territorial. De igual manera, se puede concebir el border, la línea que divide dos
entidades o países -“frontera-límite”-, y frontier, la
franja amplia, móvil e indefinida -“frontera-frente”-, que puede ser invadida o
integrada (De Vos, 1993). Al comienzo de la revolución de
1810, que se desarrollo en el movimiento independentista, la noción para
determinar las fronteras se percibió con la creación del Decreto Constitucional
para la Libertad de la América Mexicana, el 13 de septiembre de 1813, en el
cual los diputados del Congreso de Apatzingán esbozaron el Título II establecer
una organización territorial integrada por las siguientes provincias: México,
Puebla, Tlaxcala, Veracruz, Yucatán, Oaxaca, Técpam, Michoacán, Querétaro,
Guadalajara, Guanajuato, San Luis Potosí, Zacatecas, Durango, Sonora, Coahuila
y Nuevo Reino de León (Senado de la República, 2010).
Hasta la promulgación
de la Constitución de Apatzingán, el 22 de octubre
de 1814, se hace referencia a los linderos que contendrán la organización
territorial arriba señalada, en espera de la demarcación que ocurriría
posterior al término de la revolución que se llevaba a cabo a partir de la
década de 1810. Es así que, se concebían en ambos documentos las regiones fronterizas del territorio en
formación. En el Septentrión, con base a la extensión de Sonora, Coahuila y el
Nuevo Reino de León. La frontera sureste se percibió en las zonas comprendidas
por la Península yucateca, conformada por Tabasco, Campeche y Yucatán, y la
franja sur hasta los linderos de Oaxaca, en el Istmo de Tehuantepec,
considerando los límites de la Diócesis de Antequera, en el meridiano 94° O, en
los linderos con Las Chiapas (véase mapa 1). Dicha noción se hizo con base en
la división político-administrativa-eclesiástica existente a principios del
siglo XIX para el virreinato de la Nueva España, a partir de la configuración
territorial establecida desde el siglo XVIII, representada por Nuevo México,
Nueva Vizcaya, Nueva Galicia, Nuevo Reino de León, Nueva España y la Península
de Yucatán.[2]
Mapa
1
Fuente: Elaboración propia con base en Gerhard (1996). |
La vertiente del Norte comparte del espacio del
Septentrión, constituidas por Nuevo León, Sinaloa, Sonora y Baja California,
más al norte, Nuevo México y Texas, aisladas del centro y con una población
mayoritariamente anglosajona. Por otro lado, la orografía y geografía del
territorio, propiciaron la expansión y colonización de espacios de manera
vertical o vertical a las Sierras Madre Occidental y Oriental o los Golfos de
California y México, así como el Océano Pacífico. La presencia de comunidades
indígenas o nativas también se constituyó como aspecto para la confirmación de
espacio y el establecimiento de rutas hacia el norte. De
acuerdo a la distribución o división administrativa, la América Mexicana tenía
su frontera sur en la zona del Istmo de Tehuantepec, en Oaxaca, siendo las
provincias de Las Chiapas y el Soconusco jurisdicción administrativa, política
y económica de la Audiencia de Guatemala, pero religiosamente jurisdicción de,
Obispado de Yucatán. En este sentido, la noción de la frontera sur-este
concibió el lindero con la Provincia de Chiapa, integrada por los cabildos de
Ciudad Real, Tluxtla, Comitán y Plenque, adscrita a la jurisdicción de la Audiencia
de Guatemala desde 1544. La otra zona que colindó con la América Mexicana fue
el Soconusco, cuya división natural con Chiapa es la Sierra Madre, siendo la
capital Tapachula desde el siglo XVII.[3]
Los
linderos de la América Mexicana: Las Chiapas y Soconusco.
Una característica similar del
espacio que conforma la frontera entre las Audiencias de México y Guatemala,
como subregiones del virreinato de la Nueva España, y que en el siglo XIX
fueron objeto de discusión diplomática y bélica, como resultado de la
concepción novohispana del “Desierto del Lacandón” y las “Tierras Despobladas
hasta El Petén” (Sabana Grande). Ambas fueron durante muchos años tierras
desconocidas y nulamente colonizadas y pobladas por sujetos ajenos a los
naturales. En esta región, existió una divergencia en la configuración de la
frontera jurisdiccional entre las provincias o estados prehispánicos, en el
sentido de que ellos no concebían los límites como demarcaciones geográficas o
naturales o construidas por el ser humano, ésta una visión eurocéntrica de la concepción
y consolidación del Estado-nación, en términos de soberanía. Asimismo, una
reconfiguración geográfica con base en el beneficio de los conquistadores y en
los proyectos colonizadores.
El proceso de
conquista del territorio, la política de poblamiento que congregó a las
comunidades indígenas en la zona norte de la península de Yucatán y hacia el
río Grijalva en la zona de Chiapas y el Soconusco, como resultado en una
primera instancia un proceso lento de conquista y colonización durante el
periodo pre-independiente de las regiones sureste de la península -El Petén- y
de lo denominado el “Desierto del Lacandón”; así como del cierto
desconocimiento de la zona. Esta lenta ocupación de la región que comprende los
límites entre la América Septentrional o del Norte y América del Centro o Istmo
Centroamericano, se diluyó al final del siglo XIX, en virtud de las incursiones
de los cortadores tabasqueños que fueron los que exploraron y explotaron la
zona con el corte de maderas tintóreas y preciosas.
Otra característica
común es la existencia de una amplia red hidrográfica cuyos tres principales
ríos son el Hondo, el Suchiate y el Usumacinta, así como los raudales y ríos
madres aledaños que surcan la Selva Lacandona, la región “[…] occidental y
septentrional de Guatemala, el este y noreste de Chiapas y la mitad oriental de
Tabasco” (Vos, 1988) (véase mapa 2). Durante la colonia, la provincia de Las
Chiapas se constituyó geográficamente como una entidad intermedia entre la
Nueva España y la Audiencia de Guatemala, un puente y lindero de las dos
administraciones que contenía “insospechadas” riquezas y una sociedad
estructurada y regional, de acuerdo a Vos (1991).
Pero al mismo
tiempo, se desarrolló una idiosincrasia propia, que podemos observar de acuerdo a Vos (1993) en virtud de que el
virreinato novohispano había sido objeto de “violentas insurrecciones armadas”,
mientras que los criollos centroamericanos solamente se dedicaron a plasmar sus
anhelos de igualdad y libertad en la prensa y “tertulias clandestinas”, que
divergían de acuerdo a la tendencia liberal o conservadora. Con relación a la
densidad demográfica de la provincia, de acuerdo a los datos proporcionados por
Gerhard (1991), a finales del siglo XVIII fue entre 50 y 75 mil indígenas; un
total de seis mil 506 blancos y mestizos; tres mil 500 esclavos negros.
Mapa
2
Fuente: Vos (1988). |
De acuerdo a Peter
Gerhard (1991), en 1748 se dividió en dos alcaldías mayores, Ciudad Real y
Tuxtla; en 1790, Chiapa se convirtió en intendencia, donde se instalaron
subdelegados en Tuxtla, Ixtacomitán, Llanos, San Andrés Chamula, Simojovel,
Palenque, Tila, Ocosingo, y Huistlán; para 1812, se instauraron los cabildos de
Ciudad Real, Tluxtla, Comitán y Plenque (véase mapa 3). En este lindero, fueron
establecidas rutas comercias que privilegiaron la conexión entre la costa
guatemalteca y la región del Soconusco chiapaneco, Chiapas y la zona montañosa
de Huehuetenango, Guatemala. Además, los productos de exportación como la grana
cochinilla y el añil, eran transportados desde Centroamérica a través de los
“circuitos de intercambio” que se establecieron para llevar a cabo el comercio
novohispano vía el puerto de Veracruz (Trujillo, 2009). Es necesario considerar
la importancia geoestratégica de Chiapas, ubicada entre Oaxaca, Tabasco y
Guatemala, el cual se concibió como un punto para el control y la defensa de la
frontera sureste, lo cual derivaría posteriormente en las consideraciones del
proyecto de la vía interoceánica que se planteó construir en el Istmo de
Tehuantepec durante el siglo XIX.
Mapa
3
Fuente: Vos (1988). |
La
Península de Yucatán y los cortadores británicos.
A pesar de haber sido el punto de
entrada de los conquistadores españoles, las condiciones geográficas de la
península yucateca, la lejanía de los centros político-administrativos
novohispanos, la falta de vías de comunicaciones terrestres óptimas y las rutas
marítimas sujetas a los itinerarios de los puertos de Veracruz, Campeche y La
Habana principalmente, la caracterizó por estar “aislada”. Con relación a El
Petén, por su extensión y ubicación geográfica, así como también por sus estrechas relaciones con la
península de Yucatán, hecho que se vislumbro en las pretensiones de sus
habitantes de “[…] segregarse de Guatemala y depender políticamente de Mérida”
(Vos, 1993; 90); aunado al hecho de que el obispado de esta ciudad era la
jurisdicción eclesiástica de la región. La Constitución de Cádiz incentivó a
los diputados de El Petén para solicitar a las cortes españolas trasladar su
jurisdicción a Yucatán, bajo el argumento de contar con mejores vías de
comunicación y lazos estrechos y constantes con las poblaciones yucatecas, así
como también la pertinencia de la jurisdicción eclesiástica de Yucatán.
Al comenzar el siglo XIX, la región que ocupa actualmente Belice mantenía un
estatus sui géneris, a partir de una “interacción
anglo-española” que existió debido a la piratería y la proscripción de la
misma; el comercio ilícito y el usufructo de los recursos madereros y, la
colonización y soberanía de la región. Proceso que se negoció por medio de seis
tratados y convenciones entre los siglos XVII y XVIII, con los cuales los
británicos establecieron asentamientos para realizar actividades lícitas,
extender la zona de usufructo, administración política pero no soberanía y libertad
de comercio.[4]
Ello afectó la noción de la configuración territorial de la América Mexicana, Centroamérica
y El Caribe. Debido a la
inestabilidad provocada por la revolución de independencia en las colonias
españolas, la soberanía del territorio que ocupaban los cortadores británicos
desde finales de la década de 1660,[5]
quedó en el limbo, a pesar de que no se reconoció su posesión sobre la región,
Gran Bretaña ocupó y explotó los recursos madereros existentes, gracias a las concesiones
otorgadas por España a partir del Tratado de Madrid de 1670.[6]
La presencia de los madereros ingleses y su apropiación
económica y territorial de la zona que ocuparon desde el siglo XVIII fungió
como lindero entre las Audiencias de México y Guatemala se consolidó a partir
de la expulsión de los piratas de la península de Yucatán. Una
vez que fueron expulsados los piratas-madereros de la región de Laguna de
Términos y de porción norte de la costa oriental de la península de Yucatán, se
establecieron en el área del golfo de Honduras. Se recuperó la villa de Bacalar
y fue construido el fuerte de San Felipe, el cual se constituyó como un frente de
esa región. Con lo cual, los británicos se vieron obligados a desplazarse hacia
la zona suroriente de la península yucateca, ubicando y ocupando un espacio
despoblado y aislado, comprendido entre los ríos Hondo y Sibún, pero
geográficamente cercano a su base de operaciones navales y políticas, Jamaica,
a pesar de no contar las maderas con la calidad que habían encontrado en la
frontera entre Tabasco y Yucatán, la Laguna de Términos.[7]
En el contexto de la guerra de independencia de la
América Mexicana, los británicos comenzaron la expansión hacia el sur de los
linderos político-administrativos de las Audiencias de México y Guatemala, a partir de ríos Moho, en 1806, y Grande, en
1814, hasta alcanzar el límite en la ribera del río Sarstún, en 1824 (véase mapa
4). La concepción de la América Mexicana, como noción
para conformar una nueva entidad a partir de la confrontación del “cuño liberal
y popular” contra los realistas, se neutralizó una vez proclamado el Plan de
Iguala (24 de febrero de 1821) y su proyecto conservador de un imperio a la
cabeza de Agustín de Iturbide, con la adhesión del alto clero y de los jefes
militares, la propuesta política y defensa de “las tres garantías” de
independencia absoluta, religión única y orden social establecido, contenían la
atractiva armonía que necesitaba una naciente y dispersa nación, auspiciado por
el “enemigo común” el virrey Juan de O´Donojú que cerró el círculo con la firma
de los Tratados de Córdoba (24 de agosto de 1821).
Mapa
4
La
independencia de México y la frontera sur-este.
Con la firma de los Tratados de
Córdoba, se dio fin a la revolución de independencia y se acordó la voluntad
general de separarse de España con el Acta de Independencia del Imperio
Mexicano, signada el 28 de septiembre de 1821, por Agustín de Iturbide y otros
treinta y cinco miembros de la Suprema Junta Provisional Gubernativa. Pero a
diferencia de los Constitucionalistas de Apatzingan, el proyecto trigarante no
estableció nada relativo a la administración territorial y por ende la
configuración del naciente imperio. En primera instancia, no se pretendió fijar
la línea fronteriza, sino establecer ciertos puntos de referencia para los
“dominios de la patria”, en virtud del proyecto aglutinador que pretendió
erigir la extensión del espacio del Imperio Mexicano desde la frontera
concebida en los linderos del istmo de Tehuantepec hasta los “confines de Panamá”
(Vos, 1993).
Cabe destacar
que, en la segunda mitad del año 1821, a partir del proyecto trigarante se
presentó un fenómeno que coadyuvó a las declaraciones de independencia por
parte de las provincias y distritos chiapanecos y guatemaltecos, cuyas
autoridades se debatieron entre conformar una entidad autónoma representada por
Guatemala o la anexión al Plan de Iguala para conformar el impero mexicano. En
cuanto a la región beliceña, debido a la consolidación como potencia que veía
desarrollando Gran Bretaña y a la debilidad política de la nueva entidad
mexicana, no había opciones para ejercer control sobre una zona cuya
jurisdicción la poseían los británicos desde el siglo XVII y que se extendió
territorialmente en el curso de las dos primeras décadas del siglo XIX.
Fuentes
de Consulta.
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Rangel
González, Edgar Joel. (2010). “La cooperación transfronteriza
Belice-Guatemala, la sinergia del Sistema Mundo”. En: Romero, Rafael y Jazmín
Benítez López (coords.). La agenda de la
cooperación en la frontera sur de México. México. Bonilla Artiga Editores.
_______________________. (2009). Belice
y Guatemala, del diferendo a la cooperación fronteriza (1981-2006). Tesis de Maestría. Sin
publicar. México. Universidad de Quintana Roo.
Senado de la República. (2010). Decreto
Constitucional para la libertad de la América Mexicana. http://www.senado2010.gob.mx/docs/cuadernos/documentosIndependencia/b17-documentosIndependencia.pdf
Toussaint Ribot, Mónica. (1993). Belice:
una historia olvidada. México. Instituto de Investigaciones José María Luis
Mora.
Trujillo Bolio, Mario. (2009). El péndulo marítimo-mercantil en el
Atlántico novohispano (1798-1825). Comercio libre, circuitos de intercambio,
exportación e importación. México. Centro de Investigaciones y Estudios
Superiores en Antropología Social-Universidad de Cádiz.
Vos, Jan De. (1993). Las fronteras de la frontera sur. México.
Universidad Juárez Autónoma de Tabasco-Centro de Investigaciones y Estudios Superiores
en Antropología Social.
* Estudia el Doctorado en Historia
(Promoción 2010-2014), en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en
Antropología Social (CIESAS) Unidad Peninsular. Maestro en Ciencias Sociales
aplicadas a los estudios Regionales por la Universidad de Quintana Roo (UQRoo).
Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma
de México (UNAM). Cultiva la línea de generación y aplicación del
conocimiento de historia regional sobre políticas económicas, relaciones
comerciales y cooperación en Centroamérica, Caribe y Norteamérica.
[1] Ello implica, la afirmación de fronteras fijas,
la acción organizarse, definir lo propio, establecer límites geográficos y las
relaciones interestatales en el sistema-mundo, le permiten al Estado fortalecer
su soberanía y así robustecer su participación en la economía-mundo
capitalista.
[2] De acuerdo al Artículo 10 de la
Constitución de Cádiz (1812), el territorio de las Españas en la América
septentrional comprende: “Nueva España con la Nueva-Galicia y península de Yucatán,
Guatemala, provincias internas de Oriente, provincias internas de Occidente,
isla de Cuba con las dos Floridas, la parte española de la isla de Santo
Domingo y la isla de Puerto Rico con las demás adyacentes a éstas y al
continente en uno y otro mar”.
[3] Gerhard (1991), señala que
Soconusco estuvo bajo la jurisdicción real desde mediados del siglo XVI; a
partir de la década de 1790, fue incorporado a la Intendencia de Chiapa,
dividiéndose posteriormente en dos partidos, Tónala y Tapachula, lascuales fueron
elevadas a villas en 1813.
[4] Estos
acuerdos son: El Tratado de Paz de 1667, el Tratado de Madrid de 1670, el
Tratado de Ultrech de 1713, el Tratado de Paz de París de 1763, el Tratado de
Versalles de 1783 y el Tratado de Amiens de 1802.
[5] Los ingleses se apoderaron de
ciertos puntos de la península de Yucatán, como la Laguna de Términos –la
frontera-, partes de las costas de Campeche y Yucatán, la región sur a partir
de la Laguna de Bacalar, la región de la Mozquitia, Nicaragua, y el Roatán en
Honduras, donde cortaron y comerciaron de manera ilícita con las maderas
preciosas de ésta región.
[6] Este acuerdo, conocido también
como Tratado de Godolphin, se convierte en el primer documento
que reconoció el derecho de los ingleses a realizar actividades comerciales con
las Indias Occidentales y el usufructo del palo de tinte o de Campeche en la
zona sureste de la península de Yucatán.
[7] Las disputas entre España y Gran
Bretaña propiciaron un vacío jurídico sobre la posesión real del territorio
comprendido entre los ríos Hondo y Sibún; por un lado, tenemos que los
españoles a pesar de que ejercían la soberanía no realizaron actividad alguna;
por el otro, los diversos tratados anglo-españoles otorgaron a los ingleses el
derecho de usufructo y ocupación de la región, en la realidad fueron éstos
quienes colonizaron el área.
Colectivo Peninsular Historia y Cultura. Mérida, Yucatán. 18-feb.-2014.
El chicle peninsular: de marquetas a tiras azucaradas
Durante la segunda década del siglo XX, la extracción de la resina
del chicle quedó monopolizada por firmas estadounidenses chicleras más
importantes a nivel mundial. Las cuales aprovecharon la materia prima
quintanarroense que se exportó al puerto de Nueva York, la transformaban en
pequeñas tiras azucaradas y saborizadas. Finalmente, se comercializó la goma de
mascar o chewing gum, de gran demanda
durante la gran guerra por las fuerzas armadas de Estados Unidos y popularizada
en Europa y el resto del mundo.
Durante las últimas décadas del siglo XIX, nuestro país se
convirtió en un proveedor de materias primas y alimentos no elaborados para el
mercado mundial, especializado en la exportación en algunos productos
provenientes de ciertas regiones como el garbanzo del noroeste, el azúcar del
altiplano, el café, el henequén, las maderas, extractos tintóreos, el caucho y
el chicle del sureste. Por ende, el comercio exterior de la península yucateca
se centró en la agro-exportación henequenera y en la explotación de gomas y resinas,
éstas utilizadas como impermeabilizantes, goma arábiga y goma de mascar. Se
destacó el chicozapote (Manilkara
zapota), cuya resina denominada chicle, fue exportada principalmente a
Estados Unidos. Este recurso forestal se encontró en los estados de Yucatán y
Campeche, así como en el territorio de Quintana Roo ya para el siglo XX. Con
ello se dio impulsó a las actividades extractivas y al establecimiento de negociaciones
en la costa oriental de Yucatán. Lo que atrajo los intereses de la oligarquía
porfiriana compuesta por los científicos, sus allegados y protegidos
empresarios, que se aprovecharon del nuevo orden y progreso del país. Proceso imitado
por los gobiernos revolucionarios hasta finales de la década de 1920.
Felipe Ibarra O. Fuente: Diario de Yucatán, 1973. |
A partir de este hecho, el sistema porfiriano de concesiones forestales comenzó
a instrumentarse en la región, como parte de la estrategia del gobierno
mexicano para lograr el control territorial y la erradicación de la tala y
extracción fraudulenta de maderas y resinas. Recordemos que, la autonomía de
los mayas santacruzanos y sus relaciones comerciales con los
madereros-comerciantes ingleses provenientes de Honduras Británicas (Belice)
fueron aspectos que caracterizaron la economía de la zona durante la segunda
mitad del siglo XIX. Por ende, la riqueza forestal de la costa oriental fue
repartida entre comerciantes y personajes afines al régimen porfiriano como se
puede observar a continuación:
Contratos
de explotación forestal en la costa oriental de Yucatán-Territorio de Quintana
Roo (1887-1910)
No.
|
Fecha
de firma
|
Contratista
|
Superficie
en kilómetros
|
Tipo de
Terreno
|
Entidad o zona
|
Lapso
(años)
|
Vencimiento
|
1
|
¿?-feb.-1887
|
Felipe Ibarra Ortoll
|
s/d
|
Baldío
|
Yucatán y
Campeche
|
s/d
|
s/d
|
2
|
16-nov.-1887
|
Felipe Ibarra Ortoll
|
s/d
|
Baldío
|
Yucatán y
Campeche
|
10
|
17-nov.-1897
|
3
|
22-oct.-1888
|
Felipe Ibarra Ortoll
|
s/d
|
Baldío
|
Costa
oriental
|
1*
|
¿?-sep.-1892
|
4
|
19-nov.-1892
|
Manuel J. Sierra Méndez
|
s/d
|
Baldío
|
Costa
oriental
|
1*
|
¿?-mar.-1898
|
5
|
¿?-oct.-1896
|
The
Stamford Manufacturing Co.
|
s/d
|
Nacional
|
Costa
oriental
|
10
|
¿?-sep.-1906
|
6
|
26-ago.-1897
|
The Stamford Manufacturing Co.
|
1 920.0
|
Nacional
|
Costa
oriental
|
1**
|
31-dic.-1902
|
7
|
8-mar.-1898
|
Manuel J. Sierra Méndez
|
3 891.6
|
Nacional
|
Costa
oriental
|
1**
|
31-dic.-1902
|
8
|
23-mar.-1898
|
Rafael Peón y Losa
|
s/d
|
Nacional
|
Costa
oriental
|
1**
|
31-dic.-1902
|
9
|
28-mar.-1898
|
Olegario Molina y Cía.
|
s/d
|
Nacional
|
Costa
oriental
|
1**
|
31-dic.-1902
|
10
|
21-may.-1898
|
The Stamford Manufacturing Co.
|
1 920.0
|
Nacional
|
Costa
oriental
|
s/d
|
31-dic.-1902
|
11
|
14-jul.-1898
|
Faustino Martínez
|
7 000.0
|
Nacional
|
Costa
oriental
|
1**
|
31-dic.-1902
|
12
|
24-oct.-1902
|
Rodolfo Reyes O.
|
1 722.2
|
Nacional
|
Costa
oriental
|
10
|
31-oct.-1912
|
13
|
25-oct.-1902
|
John Edward Plummer
|
2 169.4
|
Nacional
|
Costa
oriental
|
10
|
31-oct.-1912
|
14
|
2-may.-1903
|
Faustino Martínez
|
7 000.0
|
Nacional
|
Quintana Roo
|
10
|
15-may.-1914
|
15
|
19-jun.-1903
|
O. Molina y Cía. Sucs.
|
3 280.0
|
Nacional
|
Quintana Roo
|
10
|
19-jun.-1913
|
16
|
11-ago.-1903
|
Alberto Terrazas C.
|
1 440.0
|
Nacional
|
Quintana Roo
|
10
|
11-ago.-1913
|
17
|
22-sep.-1903
|
Jacinto Marín Carrillo
|
4 442.3
|
Nacional
|
Quintana Roo
|
10
|
22-sep.-1913
|
18
|
28-dic.-1903
|
James D. Anderson & Goof-The C. C. Mengel &
Bros. Co.
|
705.0
|
Nacional
|
Quintana Roo
|
10
|
28-feb.-1913
|
19
|
2-ene.-1904
|
Benjamín Barrios
|
6 310.0
|
Nacional
|
Quintana Roo
|
10
|
12-may.-1913
|
20
|
30-sep.-1904
|
Rafael Peón y L.
|
2 796.8
|
Nacional
|
Quintana Roo
|
10
|
10-feb.-1914
|
21
|
7-ene.-1905
|
Rómulo Fernández
|
3 144.5
|
Nacional
|
Quintana Roo
|
10
|
7-ene.-1915
|
22
|
26-jul.-1905
|
The Stamford Manufacturing Co.
|
1 920.0
|
Nacional
|
Quintana Roo
|
10
|
28-ago.-1915
|
Total de terrenos concesionados
|
28,620.2
|
||||||
* La duración del contrato
se acordó a un año pero con la posibilidad de efectuar la prórroga
anualmente.
** La duración del contrato
se acordó a un año, siendo renovado en el mes de enero de los años siguientes.
|
|||||||
Fuente: Elaboración propia con
datos de Diario Oficial de los Estados
Unidos Mexicanos (1887-1910) y Memoria
de Fomento (1892-1912).
|
Observamos entonces que, de los más de 50 000 km2 que
poseyó en extensión la costa oriental de la península de Yucatán, casi 30 000
km2 fueron concesionados para que se realizasen actividades
extractivas de recursos forestales. Asimismo, existieron más de 7 000 km2
que estuvieron en propiedad del comerciante español Faustino Martínez y
posteriormente del Banco de Londres y México, S. A. entre los años de 1890 y
1934. Este
proceso de repartición de la riqueza forestal provocó el característico
enganche de mano de obra foránea que nutrió los hatos chicleros
diseminados en los bosques de la península de Yucatán durante la temporada de
extracción, entre los meses de julio a abril. Un solo contrato podía enganchar
hasta 400 chicleros
prácticos en la extracción y elaboración de la resina, una decena de arrieros, unos
tres ojiteros (para complementar las actividades extractivas de los chicleros)
y una cocinera por cada 100 hombres. En ese momento, los enganchadores ponían a
su disposición los adelantos. En el mes de junio eran embarcados con rumbo al
puerto de Progreso y de ahí eran trasladados a los distintos puntos donde los
concesionarios y las compañías chicleras disponían de los terrenos autorizados.
Una vez ubicados los chicleros en los puntos de concentración, como lo fue
Puerto Morelos (hoy en el estado de Quintana Roo), recibían las herramientas,
marquetas, mulas, enseres, alimentos y demás insumos para la extracción de la
resina, proporcionados por las compañías chicleras, se diseminaban por la selva
quintanarroense para establecer sus hatos con los elementos de la naturaleza.
Fuente: Aguirre, 1925. |
En el siglo XX, la importancia del chicle para la economía
regional y para el mercado mundial atrajo la participación de empresas
chicleras estadounidenses en el Territorio de Quintana Roo, por lo que se
presentó un proceso de traspaso de las autorizaciones brindadas por el sistema
porfiriano de concesiones durante los años de 1910 a 1920, como se puede
observar a continuación:
Traspaso de las
concesiones forestales en el Territorio de Quintana Roo (1910-1920).
Concesionario
|
Año
|
Extensión
(km²)
|
Duración
(años)
|
Nuevo
concesionario
|
Vencimiento
|
|
Rafael Peón
|
1910
|
2 796.8
|
10
|
John E. Plummer
|
10-feb.-1920
|
|
O. Molina y Cía.
|
1910
|
3 280.0
|
10
|
John E. Plummer
|
10-feb.-1920
|
|
James Anderson & Goof
|
1903
|
705.0
|
10
|
C.C. Mengel & Bros.
Co.
|
28-feb.-1913
|
|
Alberto Terrazas
|
1903
|
1 440.0
|
10
|
The
Mexican Chicle Mahogany Co.
|
28-feb.-1913
|
|
Rómulo Fernández
|
1904
|
3 144.5
|
10
|
The Mexican Explotation
Co.
|
7-ene.-1915
|
|
Benjamín Barrios
|
1913
|
6 310.0
|
10
|
The
Quintana Roo Development Co.
|
12-may.-1913
|
|
Compañía Colonizadora y
Explotadora de la Costa Oriental de Yucatán
|
1914*
|
7 000.0
|
10
|
Banco de Londres y México,
S. A.
|
15-may.-1914
|
|
* Faustino Martínez
recibió la concesión el 2 de mayo de 1903. Este empresario vendió sus
acciones y concesiones a la Compañía Colonizadora de la Costa Oriental de
Yucatán el 27 de julio de 1905. En ese año dicha compañía se convirtió en la
Compañía Colonizadora y Explotadora de la Costa Oriental de Yucatán.
|
Fuente: Elaboración
propia con información de la Memoria de
Fomento (1911-1912).
Debemos destacar que, en el Territorio de Quintana Roo las empresas
chicleras más representativas fueron las compañías de William Wrigley Jr., The
Wrigley Import Co. y la de Thomas Adams, The American Chicle Company. Esta última,
contó con dos subsidiaras, The Mexican Exploitation Chicle Company y The Chicle
Development Company. Hubo otras compañías como la Desmond & Company, de
Nueva York, Leaf Gum Company de Chicago y Herman Weber, entre otras. Éstas
establecieron sus oficinas representativas en la ciudad de México y en las
plazas en que llevaron a cabo la mayor captación del chicle como en la ciudad
de Campeche, Campeche, Mérida y Progreso en Yucatán, así como en Cozumel y Payo
Obispo en el Territorio quintanarroense.[3]
Para el año fiscal de 1908-1909, en los bosques del Territorio de
Quintana Roo se llevó a cabo la
extracción de 646,653 kilos de chicle, siendo los principales concesionarios
(Memoria de Fomento, 1910; vi):
Mexican Explotation Company
244,525 kg.
The C. C. Mengel & Brothers Company 19,745 kg.
Compañía Colonizadora
de la Costa Oriental de Yucatán, S.A. 248,679 kg.
Rodolfo Reyes O. 44,563 kg.
Jonh E. Plummer 89,141 kg.
A manera de conclusión podemos señalar que la explotación comercial del chicle peninsular en la costa oriental se realizó a partir de la década de 1880 y se intensificó la exportación de esta resina un decenio después hasta finales de la década de 1940. Estos sesenta años en los que las marquetas fueron comercializadas en el mercado internacional. Principalmente los concesionarios y contratistas establecidos en la República mexicana las enviaron a Nueva York, donde las chicleras estadounidenses, en un proceso relativamente simple, les incorporaban endulzante y les daban forma de tiras azucaradas que fueron distribuidas y vendidas en el mercado de Estados Unidos. A partir de la primer Gran guerra se intensificó la exportación de la goma de marcar en Europa y otras regiones del mundo, proceso que continuó hasta el término de la segunda guerra mundial, donde los avances científicos propiciaron que la resina preparada del chico zapote fuera sustituida por gomas sintéticas.
Fuentes de consulta:
Careaga Viliesid, Lorena.
1990. Quintana Roo una historia compartida. México. Instituto de Investigaciones José María Luis Mora.
Diario Oficial de los Estados Unidos Mexicanos (1887-1910).
Memoria de Fomento (1911-1912).
1913. México. Secretaría de Fomento, Colonización e Industria.
Menéndez Reyes, Gabriel A.
1936. Quintana Roo. Albúm monográfico. México. Fomento Editorial del Gobierno del Estado de Quintana Roo.
Ponce Jiménez, Martha Patricia.
1990. La montaña chiclera. Campeche: vida cotidiana y trabajo (1900-1950). México. Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social.
Suárez Molina, Víctor
1977. La evolución económica de Yucatán a través del siglo XIX. Mérida. Universidad de Yucatán. t. II
1973. "Mirador Histórico. Don Felipe Ibarra Ortoll". El Diario de Yucatán.
Fuentes de consulta:
Careaga Viliesid, Lorena.
1990. Quintana Roo una historia compartida. México. Instituto de Investigaciones José María Luis Mora.
Diario Oficial de los Estados Unidos Mexicanos (1887-1910).
Memoria de Fomento (1911-1912).
1913. México. Secretaría de Fomento, Colonización e Industria.
Menéndez Reyes, Gabriel A.
1936. Quintana Roo. Albúm monográfico. México. Fomento Editorial del Gobierno del Estado de Quintana Roo.
Ponce Jiménez, Martha Patricia.
1990. La montaña chiclera. Campeche: vida cotidiana y trabajo (1900-1950). México. Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social.
Suárez Molina, Víctor
1977. La evolución económica de Yucatán a través del siglo XIX. Mérida. Universidad de Yucatán. t. II
1973. "Mirador Histórico. Don Felipe Ibarra Ortoll". El Diario de Yucatán.
* Estudia el Doctorado en Historia (Promoción 2010-2014), en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) Unidad Peninsular. Maestro en Ciencias Sociales aplicadas a los estudios Regionales por la Universidad de Quintana Roo (UQRoo). Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Cultiva la línea de generación y aplicación del conocimiento de historia regional sobre políticas económicas, relaciones comerciales y cooperación en Centroamérica, Caribe y Norteamérica.
[1] Para el año fiscal de 1877-1878,
la exportación de chicle fue de 67 toneladas. Una década más tarde, los niveles
alcanzaron las mil cien toneladas. Sin embargo, en el periodo de 1885-1886,
representaron un total de más de 422 toneladas, de las cuales se extrajeron más
de 375 toneladas de Tuxpan, más de 44 toneladas de Matamoros y más de dos toneladas de otros
puertos de Tamaulipas (Suárez, 1973; 2, t. I. 1977; 28).
[2] Además,
trasladó trabajadores chicleros tuxpeños para enseñar a los campesinos
yucatecos y así dar inicio a la explotación comercial y exportación del chicle
en la costa oriental de Yucatán (Suárez, 1973; 1-2, t. I.).
[3] Además del cubano Julio Martín, comenzaron a
incursionar otros concesionarios, nacionales y extranjeros, como la compañía
americana The Wrigley Import Company, por medio de su representante en Belice,
Robert Sydney Turton, la Compañía Explotadora Mexicana del coronel Nevardo de
la Torre, la de Joseph F. Rihani y la de Antonio Baduy en Peto (Careaga, 1990; 189. Ponce, 1990; 16).
Colectivo Peninsular Historia y Cultura. Mérida, Yucatán. 18-feb.-2014.
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